...Poco después del 19 y 20 de octubre de 1519, días en los que sucedió la matanza de no menos de 6 mil cholultecas, empezaron a escucharse lamentos de personas que sufrían.
Los gritos se oían en diversas veredas a lo largo del tiempo que duró la Colonia en México.
Un día, poco antes de la independencia de México, Pedro Iztaczollin, un esclavo de aquella época, después de terminar una de tantas jornadas de trabajo, se dirigió a su jacal.
En una parte del camino observó que por el rumbo de un antiguo templo indígena ocurría una espeluznante matanza de indígenas.
Sorprendido, se detuvo y se escondió entre los arbustos. Desde allí presenció cómo españoles montados en caballos, armados con lanzas y rodelas, hacían pedazos a los indígenas cholultecas.
Vio con horror, como entre llantos y horripilantes gemidos, caían bajo los cascos de los caballos, cientos de indígenas, quedando tirados sobre el piso de tierra, cabezas, brazos y piernas.
Con enorme espanto, observó como la tierra se teñía de rojo, con la sangre de tantos inocentes. No soportó más, corrió a su jacal y contó a su mujer lo que había visto.
Esa noche no pudo dormir. En la madrugada se levantó y se fue a labrar la tierra, procurando como siempre no llegar tarde porque de lo contrario recibiría azotes de los españoles y encomenderos a los que servía.
Todo el día trabajó, pero no estaba tranquilo; esperaba escuchar algún comentario de lo que había observado la noche anterior. Nadie dijo nada, como si no estuvieran enterados.
Al terminar sus labores se dirigió a su jacal, pasó por el mismo lugar donde había visto la matanza. Al acercarse se dio cuenta que no había ningún rastro. Así, aumentaron sus dudas.
Pasó algún tiempo sin que ocurriera nada, hasta que nuevamente una noche al llegar al mismo sitio, presenció una escena similar y se dio cuenta que tanto españoles, como indígenas, estaban vestidos igual que el día de la matanza.
Al llegar a su jacal concluyó, después de mucho pensar que se trataba de hechos ocurridos muchos años atrás.
Lleno de temor, contó lo sucedido a sus compañeros de trabajo, quienes con gran curiosidad pidieron que los llevara al lugar a donde supuestamente ocurrían las apariciones.
Ya en el lugar comprobaron que lo dicho por Pedro Iztaczollin era cierto. A partir de ese día las apariciones se multiplicaron, siempre en un lugar que desde entonces recibe el nombre de Chialingo, es decir "Río de Sangre".
Estas apariciones se completaron más adelante, con horrendas caminatas de seres mutilados, escurriendo sangre por todas sus partes. Hablando en náhuatl, suplicaban a gritos que alguien les hiciera justicia para evitar el trato inhumano que recibían de los españoles.
Se supo por aquellos tiempos que los encomenderos más crueles eran los principales testigos de estas espantosas visiones. No fue sino hasta después del 15 de septiembre de 1810, fecha del estallido del movimiento que dio origen a la Independencia de México, cuando éstas apariciones cesaron en la actual Ciudad de Cholula de Rivadavia.
¿Tendría que ver este movimiento insurgente con la sensible disminución de los malos tratos de los españoles hacia los indígenas, con la paz y el descanso eterno de los dolientes de Cholula?.
Libro: Leyendas de Puebla
Salvador Momox y Roberto Vélez de la Torre