EL CHARRO NEGRO | Leyendas de Cholula

Fecha: 2021-11-01T22:00

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Durante el Porfiriato y la Revolución Mexicana nace esta historia, en medio de la explotación de la gente, cuando el poder del dinero atropellaba y humillaba la dignidad del hombre. En un ambiente de represión y falta de libertad, surge el personaje del Charro Negro que daba dinero a manos llenas con una condición: dar a cambio el alma.

Este misterioso personaje es descrito como un hombre alto, corpulento, con un traje negro con botonadura de plata, sombrero de ala ancha, galoneado con hilo de plata.

Un hermoso corcel negro siempre lo espera impaciente para llevarlo como alma en pena por los caminos.

La región de Puebla es tierra pródiga en la que abundan las haciendas con generosas cosechas que proporcionaron a los dueños grandes cantidades de dinero.

Sin embargo, la gente cuenta que la maldad de los hacendados era tanta que abusaban de las honras de las mujeres y disponían de la vida de hombres y niños. La perversidad de los amos hacía que, al morir, sus almas se perdieran eternamente en el fuego del infierno, penando en busca del perdón terrenal.

Los abuelos afirmaban que estos individuos, al morir, no descansaban en paz hasta que repartían todo el dinero que acumularon en vida con desenfrenada avaricia. Por eso, se cree que distribuían riquezas materiales a quien le daba su alma para, luego, ofrecerla a Satanás por el perdón de su ambición y lujuria.

El miedo y el terror llevaba a la gente a relacionar al Charro Negro con el diablo. Éstas son las características de nuestro personaje, pero he aquí una de tantas leyendas del misterioso “Charro Negro”:

Nadie se explica como Don Pedro se hizo inmensamente rico de la noche a la mañana.

La gente no sabe cómo un simple borrachín pasó en un santiamén de miserable “calientero” a ser el hombre más respetable y temido del pueblo. La única explicación es que fue a pedir un favor al Diablo en el Cerro Zapotecas, ubicado al poniente de Cholula.

La gente cuenta que uno de esos días de parranda, casi anocheciendo, tomó la decisión de ir al Zapotecas. Como si fueran testigos presenciales, cuentan que estando allá se puso a gritar como loco infinidad de injurias y al invocar al maligno decía con voz aguardentosa: ¡No te tengo miedo, Diablo…! ¡Ven, quiero verte! !Aparécete, Charro Negro! ¡Vengo a cambiarte mi alma por dinero! ¡Quiero tener mucha plata!

En el más alto grado de alcoholismo, Don Pedro, con la voz ronca por el esfuerzo, casi volvió a su juicio cuando empezó a soplar un viento helado y siniestro, mientras oía relinchar un caballo. De pronto, escuchó la voz gruesa de un hombre que dijo: ¿Me andas buscando?..

Esa voz cavernosa lo dejó paralizado y sudando frío. En vano trató de correr mientras un caballo se acercaba con un trote lento. Cuando alzó la vista percibió el fétido olor a azufre y escuchó el tintineo de la botonadura de plata que brillaba a la luz de una pálida luna cubierta por una extraña neblina.

La curiosidad lo hizo buscar la cara de este ser, pero sólo halló un profundo abismo entre los hombros y el sombrero. Estaba seguro de que de ahí provenía esa terrible voz que dijo:

- Sabía que tenías que venir. Dime cuanto crees que vale tu miserable humanidad porque solamente los que necesitan dinero me vienen a buscar.

Su miedo apenas le permitió mover afirmativamente la cabeza. En ese momento, en sus manos cayó un pergamino, mientras el Charro Negro decía: ya sabes lo que me tienes que dar a cambio, sólo tienes que firmar y año con año el alma de alguno de tu familia me tendrá que pertenecer. Al término de la frase sintió un golpe punzante en la mano y vio derramar su sangre por un cuchillo que arrojó el aparecido.

Oyó de nuevo la orden. Pon la huella de tu sangre y todo el dinero que quieras será tuyo.

Don Pedro mojó su dedo en sangre y más que sellar manchó dicho documento que, al instante, le fue arrebatado. Después, todo fue tan rápido, el horrible relinchido del caballo del mal y la terrible carcajada del Charro Negro que se alejaba a galope.

Pedro perdió el conocimiento. Al amanecer halló dos sacos a reventar de monedas de oro, sangre regada frente a él y un misterioso cuchillo de plata como recuerdo del pacto.

Después vinieron las sensaciones, el dolor de la herida en la mano, remordimientos y la terrible cruda de su embriaguez.

Algunas personas que han visitado su lujosa casa decían haber visto la daga de plata que orgullosamente guardaba.

Los criados dicen que tiene la espada tatuada con un demonio y cuentan que varias veces lo han intentado matar, pero nadie lo ha logrado por el pacto que hizo. El mismo Don Pedro sabe que solamente Lucifer tiene derecho sobre su persona. Ya han pasado muchos años y se ha quedado solo con incontables riquezas.

Solamente lo acompaña un perro negro con aspecto diabólico, que quería más que nadie y que la gente decía que ese perro era el mismísimo Satanás.

El día de la muerte de don Pedro, cuando lo estaban velando los mozos de la hacienda, de repente penetró un ventarrón extraño y se apagaron los quinqués. Se oyó un terrible ruido, el féretro cayó al suelo, rechinaron los muebles y crujieron las paredes y puertas.

Todas las mujeres que rezaban el rosario gritaron al unísono ¡Ave María Purísima! ¡Cristo ampáranos!.

Cuándo encendieron las luces, la caja vacía estaba en el suelo, mostrando solamente el forro almohadillado de satín negro, mientras que afuera se escucharon lamentos y un aullido infernal del perro negro.

Tras la terrible impresión, colocaron el ataúd en su lugar y todos se hincaron a rezar el Santo Rosario. Dicen que al otro día llevaron al panteón la caja llena de piedras para disimular. Misteriosamente, el perro negro desapareció de la hacienda.

Ahora, el alma de Don Pedro vaga penando, ofreciendo dinero a todo aquel que le mandé a decir treinta misas por el perdón de su alma.

Texto extraído del libro Cholula Mítica y Legendaria. Leyendas de Cholula. Editor Donato Cordero Vázquez. 2017