En la década de los treinta del siglo pasado, en San Matías Cocoyotla, existía una hermosa joven, alegre y coqueta, llamada Mariana

Muchos hombres de esta junta auxiliar estaban locos por esta bella mujer.

Entre los enamorados sobresalía un hombre maduro llamado Ricardo, quien, a pesar de no recibir ninguna esperanza de parte de Mariana, él la asediaba mañana, tarde y noche.

No había día que la joven saliera a la calle y se encontrara en el camino a Ricardo, quien le rogaba que se convirtiera en su esposa.

Ricardo la espiaba todo el tiempo, conformándose con solo verla, alimentando un amor enfermizo.

Ante la insistencia, ella temía salir a la calle, hasta que llegó el día en que Ricardo, convencido de que era imposible lograr el amor de Mariana, decidió “robársela”, como era costumbre en esa época.

Hizo planes y sin perder tiempo, con la ayuda de sus amigos, esperó a que Mariana saliera una tarde. Al verla, se acercó y le dijo: Mira Mariana, como no me aceptas te voy a raptar. 

Ella muy disgustada contestó: ¡Primero Muerta! 

Poseído de una pasión desenfrenada, Ricardo contestó: ¡Pues tú lo has querido!  

Y, sacando una pistola le asestó un cachazo y la derribó. Los acompañantes de Ricardo levantaron el cuerpo de Mariana y la atravesaron en la silla de un caballo para emprender el galope hacia una casa abandonada, en las orillas de la ciudad. Allí la aventaron a un camastro, suponiendo que tardaría en despertar.

Para fortuna de Mariana, pronto volvió en sí. Se mantuvo callada, sin emitir ninguna queja, mientras en otro cuarto, los raptores celebraban con risas, burlas y bebidas alcohólicas.

De momento se oyó un ruido en el patio de la casa. Cuando los hombres se asomaron a la ventana, Mariana aprovechó para salir corriendo.

Sin embargo, Ricardo se dio cuenta y la alcanzó, la golpeó, la arrastró y la ahorcó.