LAS BRUJAS DEL CERRO ZAPOTECAS | Leyendas de Cholula

Fecha: 2021-11-01T20:00

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Desde la época prehispánica, Cholula es la Ciudad Sagrada de Mesoamérica y en La Colonia surgió la creencia de que aquí había en 365 iglesias, estableciéndose así como una ciudad mágica y religiosa.

Cerca de Cholula, rumbo a Huejotzingo, se encuentra el cerro Zapotecas. Muchos de los que viven alrededor dicen haber encontrado aquí gallinas negras muertas, velas negras, muñecos clavados con alfileres, objetos comunes en la práctica de la magia negra.

Incluso, la gente de la región sabe que cada primer viernes de marzo los brujos de los alrededores se reúnen para llevar a cabo ritos que consisten en misas negras, con cánticos al señor de las tinieblas, bailes y orgías.

Cuando la gente cuenta estas historias, lo hacen de una manera tan seria que, respetuosamente, guardamos escepticismo porque lo hacen de tal manera como si estuvieran declarando ante la Santa Inquisición y ponen tanto empeño en que se les crea como si estuviera en riesgo la salvación de su alma.

La gente que dice haber visto una bruja en el cerro Zapotecas refiere que son luces rojas que vuelan en el cielo. Algunos otros, con más imaginación, dicen que son como bolas de fuego que cruzan el espacio celeste por las noches.

Los relatos están enmarcados por una gran luna llena. Algunos dicen que estos seres se paran en la punta de los árboles o en las torres de las iglesias. Muchos manifiestan su miedo al decir que chupan a los niños pequeños. Algunos sostienen con datos concretos que es verdad porque conocen a un vecino al que la bruja le chupó a un hijo.

En fin, hay tantas versiones. Pero, ahora les voy a contar la que escuché en la región de Cholula.

Había en el pueblo una hermosa muchacha, cuya belleza logró enamorar a un joven que le solicitó matrimonio. Ella también se enamoró del joven y aceptó.

A los pocos meses se llevó a cabo la boda; lo que nadie sabía, ni el novio, era que la muchacha era bruja, muy hermosa, por cierto; pero, era una bruja que, en las noches de luna llena, cuando su esposo dormía profundamente, ella se metía a la cocina, se quitaba las hermosas piernas, las escondía entre las cenizas del tlecuil y se convertía en guajolote.

Así, transformada, salía volando a buscar la sangre de alguna criatura inocente, fluido que le permitía conservar y acrecentar sus poderes.

La bruja siempre procuraba llegar antes de que su marido despertara, entraba a la cocina, buscaba sus piernas, se las ponía y se iba a dormir. Todo iba muy bien hasta que una noche el esposo despertó y no la halló. Esperó, esperó y esperó a que llegara y cuando ya la iba a buscar en ese instante llegó su mujer, quien de manera cariñosa lo apapachó y no pasó nada.

Pasó el tiempo y se repitió la misma situación. Esta vez el esposo empezó a dudar de la fidelidad de su esposa y por eso se prometió a sí mismo que la próxima vez estaría pendiente de seguirle los pasos.

Ambos, con ansiedad, esperaron la llegada de la luna llena; el marido fingió dormir hasta que sintió como el febril cuerpo de su esposa se deslizaba entre las cobijas y esperó para seguirla con mucho sigilo. La alcanzó en la cocina y con horror, a la luz de la luna, logró ver la increible transformación.

La sorpresa no le dejó reponerse rápidamente. Al recuperarse de la impresión y saberse engañado entró a la cocina, buscó entre la ceniza y halló las dos piernas. Ciego de furia, las quemó en el tlecuil. Cansado y abatido por la sorpresa se fue a dormir. Al amanecer despertó y sintió el hermoso cuerpo de su amada junto a él y pensó que todo había sido una horrible pesadilla.

Se levantó a dar de comer a sus animales y cuando volvió le extraño encontrar a su mujer todavía en la cama y le dijo: vieja, ya tengo hambre, vamos a desayunar y la esposa le respondió: ¿por qué me hiciste esto? Al mismo tiempo que lo decía se quitó la cobija y mostró sus piernas totalmente calcinadas, ante el asombro de su esposo que quedó mudo de la impresión.

Texto extraído del libro Cholula Mítica y Legendaria. Leyendas de Cholula. Editor Donato Cordero Vázquez. 2017